domingo, 30 de enero de 2011

De princesas...

Alguna vez lo oí en la radio y lo encontré en una página...

"No todas las historias son lo que parecen, y esta es una de ellas...
Todo ocurrió en La Inglaterra de la Edad Media, dónde los príncipes y las princesas vivían en grandes castillos y donde ellos eran los propios dueños de sus vidas, siempre sumidas a la inseparable grandeza de su estatus social...
En concreto esta historia trata de una bella princesa, que por más que buscaba y buscaba, no enconrtaba un pretendiente que ella considerase que estuviera a su altura... Cierto es que ella tenía muchos candidatos, muchísimos, pero ninguno conseguía jamás llenarle el corazón... Entre esos candidatos se encontraba un jóven plebeyo, un pobre chico cuyas únicas riquezas eran el amor y la perseverancia.. .
Cada día que pasaba esperando poder hablar con la bella princesa, era un nuevo sufrimiento para él, pensando que jamás llegaría su turno, pero estaba equivocado, su turno llegó...
El jóven plebeyo, consciente de su situación intentó ser lo más sincero que pudo ante los ojos de la princesa...
"Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas"
La dulce princesa, sorprendida por tal gesto de amor, decidió aceptar, alegando que nunca nadie había hecho nada así por ella...
"Te daré la oportunidad que me pides, si pasas la prueba, me tendrás para siempre", dijo severa.
Los minutos pasaban como horas, las horas como días y los días como años para el jóven plebeyo aposentado debajo de la ventana de la bella princesa, quien soportó vientos huracanados, nieve fría y heladas noches a la luz de la luna...
Sin pestañear un solo segundo, con la vista fija en el balcón de aquella, su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer en momento alguno...
Ante sus dulces ojos pudo ver como de vez en cuando la cortina de la ventana del dormitorio real, dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena..
Todo iba a las mil maravillas, incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos...
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca, ya empezaba la fiesta, la princesa se casaría con el único hombre que había demostrado que daría la vida por ella...
Por las calles de ese pequeño principado todo eran alegrías y jolgorios, pero de repente algo insólito ocurrió: Sólo faltaba una hora para cumplirse el plazo que el jóven dijo que cumpliría para poder tomar la mano de la princesa, y ante la atónita mirada de todos los asistentes y la perplejidad de la infanta, el jóven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar...
Una semana más tarde, un niño del pequeño pueblo le encontró deambulando por un solitario camino, y sin dudar ni un segundo se puso delante de él y con los ojos llenos de preguntas dijo: "Qué fue lo que te ocurrió? Estabas a un paso de lograr tu meta ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?...."
El jóven plebeyo con profunda consternación y algunas lágrimas que corrían por su rostro contestó en voz baja: "Ella NO me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora, no merece mi amor."

No hay comentarios:

Publicar un comentario