Quien diría que el regreso a mi blog iba a ser mientras escribo
en la oficina. Son las 2:32 de la mañana y seguimos terminando la edición de la
próxima semana de Luces del Siglo, el semanario político en que colaboro.
Como todos saben el pasado domingo 1 de julio fueron las
elecciones federales en las que México eligió al que será su presidente por los
próximos seis años. En un proceso lleno de irregularidades, hasta el día de
hoy, encabeza las votaciones Enrique Peña Nieto, el candidato del tan odiado (y
tan amado por algunos) Partido Revolucionario Institucional.
Momentos después de que el representante del ejecutivo, Felipe
Calderón le levantara la mano al priista, mis miedos y odios afloraron. ¿Cómo
era posible que el PAN, partido que había luchado por llegar por vías democráticas
a la presidencia cediera el poder en medio unas elecciones tan turbias? ¿Qué pasará
ahora que el gobierno vuelve a estar en manos del partido represor de
estudiantes y periodistas?
El no tener respuesta a mis cuestionamientos siempre ha
logrado que me quede absorto en mis pensamientos. No me deja dormir el pensar
en qué podría pasar, qué le deparará a México.
Y después de unos días de pleno desasosiego y depresión vino
una buena noticia. La posibilidad de colaborar desde Quintana Roo, mi casa
desde hace casi un año, en un portal web de relevancia nacional. Todavía no hay
nada cierto, pero me alegra pensar que desde mi trinchera podré seguir
denunciando lo que pasa en un estado gobernado por el PRI y en el que el
periodismo parece atrapado en los años 70.
De darse esta oportunidad mi plan de vida en tierras
caribeñas podría alargarse. Aún debo terminar mi tesis, promesa que hice a mis
padres, antes de regresar al Distrito Federal y quizás pensar en seguir preparándome
en algún tipo de diplomado o maestría. Lo que sí sé es que de llegar el PRI a
la presidencia, mi plan de tener un hijo a los 28 años tendrá que retrasarse
dos años más. Por un lado para poder manifestarme libremente en el 2018 sin
ninguna carga de conciencia y para poder regalarle a mi primogénito un México
sin el yugo de los tricolores.
A pesar de todo, nuestro país es más grande que un hombre y
una elección. Celebro el despertar de los jóvenes y que la gente se siga
manifestando. No hay que olvidar que involucrarse en la vida política del país
debe ser todos los años y no sólo cada sexenio. Quiero seguir retratando la
realidad desde mi trinchera y mucho o poco cambiar este mundo.
Sigamos adelante pues.