miércoles, 27 de abril de 2011

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Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Mario Benedetti

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Quizás la única desventaja que le encuentro a esto de vivir sea el tortuoso e infructoso camino que tenemos o queremos seguir para encontrar el amor. Sin embargo, acepto que si la vida fue así concebida quién soy yo para poner en tela de juicio lo que por siglos ha sido repetido. Entonces simplemente tomo lo bueno que pueda venir, lo malo lo vivo intensamente a fin de aprender lo que sea de el, y lo intrascendente lo olvido.

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La única forma en que puedo escribir así de libre es cuando no estás, imaginándote dormida, tranquila, pensando en quien sabe quien menos en mi, soñando sueños soñadores.. Al saberte en otro mundo puedo empezar a extrañarte, sentirte lejos, perderte un poco. ¿Pero no dicen que no puedes perder lo que nunca fue tuyo?. Pero es mio. No sé como pero he tratado de cuidar esto, más allá de mis propios deseos, porque sé que para ambos hubiera sido muy fácil dejarnos ir. Lo peor sin embargo, es que aún no entiendo muy bien porque lo hice, aunque a fuerza de ser sincero, es porque algo dentro de mi me ha dicho que eres una persona genial y con la que vale compartir momentos de esta vida.

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Solitario al encontrarme dentro de ti
abandonado ante los altares de tu alma
extraviado sin mapa ni camino ni ruta
Otra vez sin palabras en esto de tu cuerpo.

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¿Por qué te crees tan especial?

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Un día Ernesto recordó cuanto la amaba, así de la nada los sentimientos dormidos, los recuerdos reprimidos y los sueños olvidados salieron a flote e inundaron su cerebro y corazón.
La había visto en la tienda de enfrente, un local que vendía electrodomesticos en cuyo interior había un gran numero de gente, de hecho había sido la suerte lo que le permitió percibirla; en el momento en que ella logró escabullirse fuera de la tienda, el salía de la tienda de fotografía en la que se encontraba.
Sabía perfectamente que ella era ella, pero consideró que con el paso del tiempo ella no sabría quien era el. Pensándolo bien no eran tantos años, quizás si pasaba lo suficientemente cerca ella reconocería su rostro, porque su cuerpo, bueno, algunos kilos de más no le van bien a nadie.
Sin embargo, No tuvo ni siquiera que caminar, al voltear la cabeza ella lo reconoció, le sonrió y se acercó a el.
Ernesto habló primero, la saludó y le recordó de donde se conocían. Ella respondió que jamás podría olvidar en donde se conocieron. El sólo sonrió e imagino todos los momentos que pasó con ella y como tampoco podría olvidar cual fue el lugar en que sus caminos se cruzaron.
Pero llegaron a la parte dificíl, la parte en donde cada uno habla de sus vidas, sus sueños, frustraciones y por su puesto, cómo les va en esto del amor.

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Eres mi mejor amiga por más que intente que tu no me trates como amigo. Eres la risa cuando todo parece caerse, la luz en las noches de café, la amistad perdida, la sonrisa anhelada, el coqueteo olvidado, el camino al trabajo, la nostalgia de tu tiempo, el abrazo que nos dimos, un amanecer distinto, el que sé que no sé nada, el tu vienes o yBloque entrecomilladoo voy, los mensajes que nos damos, la caricia que no existe, el beso que nunca será, los consejos que no seguimos, tu felicidad y mi tristeza, tu enamorada y yo tampoco, la conversación interesante, el debate tranquilo, tu manera de pensar, los momentos auténticos que nos dimos.

martes, 12 de abril de 2011

La última...¿será?

Desdoblo un papel olvidado en mi cartera, leo el "te amo" que en aquellos tiempos era tan constante, comienzo a leer y me doy cuenta que las palabras no son tuyas, son de ese libro que tanto te gustaba leer, Mal de Amores de Ángeles Mastretta. Recuerdo el por qué me lo escribiste. Fue una despedida, de tantas que tuvimos. La recuerdo ahora después del último adiós que nos dimos apenas hace unas semanas, estás viviendo un sueño y en el, no tengo cabida. Que triste. Pero que se puede hacer cuando la suerte está echada y el destino me cierra el paso. En fin, será en otra vida, y si se puede, en otra mujer.

Adivinó sus facciones en la penumbra, mirándolo con la tristeza de quien abandona un reino. No lo besó para no despertarlo, para llevarse el conjuro de quien no se despide para no irse del todo. "El que se va es mi cuerpo, mi cabeza está siempre contigo", escribió con letras grandes sobre el programa de un concierto. Luego lo dejó en el lugar que habían ocupado sus quimeras junto a él, sobre la almohada.
Un rato después, todavía aletargado, Daniel extendió un brazo buscándola. Al no encontrarla cerca, la llamó con la voz modorra que a ella le gustaba oír mientras bebía café y revisaba el periódico junto a la ventana. Como no hubo respuesta abrió los ojos, vio la nota, maldijo, y con su ausencia como un abismo, corrió a buscarla al cuarto de hotel de una Milagros aún medio dormida.
– ¿Qué es lo que quiere esta mujer? -le preguntó a su tía bufando como un toro lastimado y perplejo.
– Todo -le contestó Milagros, falta por primera vez de algo que pudiera consolarlo.