lunes, 22 de febrero de 2010

La niña de los sueños Parte 1

"...a toda aquella colección de ciegos con ojos
que no me veían a mí ni a mis deseos."
El Tambor de Hojalata


Cada vez que me acercaba a ella las montañas podían hacerse tan pequeñas como un puño de azúcar o ser tan suaves como miles de almohadas juntas. A veces con el hecho de estar a su lado el ambiente empezaba a emanar un delicioso aroma a chocolate y otras veces a fresa. Mis días tristes resplandecían con su presencia y hasta el hecho de caminar junto a ella hacia al mundo muy distinto de como lo recordaba.


No es que fuera desdichado sin ella, pero debo aceptar que llegue a pensar que estaría mejor con ella a mi lado. Y es que era una realidad, un día gané un mundial de futbol anotando de último minuto el gol del triunfo; logré obtener la mejor calificación de mi grado y una universidad extranjera me mandó una solicitud por si me interesaba; un día salvé a un hombre de ser atropellado y me gané un viaje a Canadá, que nunca hice valido pues no me gusta el clima frío. Todas y cada una de esas grandes cosas tuvieron como denominador común a la chica, siempre la misma chica, que con el tiempo opté por llamar “La niña de los sueños”. Había veces, como todo en la vida, que no me iba tan bien como yo deseaba, pero no faltaba más que hablar con ella para que cientos de mundos maravillosos se mostraran ante mí. Con ella podía viajar a donde quisiera, volar de un país a otro, nadar océanos enteros. A veces podía hasta soñar con mi futuro, mi casa pequeña pero muy familiar, me podía ver a mi mismo, sin tanto cabello y un poco más regordete, jugando con mis hijos, y parada junto a la entrada del hogar, la niña de los sueños. Tengo que aceptar que sentía un poco de vergüenza al imaginar a la niña de los sueños como la madre de mis hijos, aunque ahora que lo pienso era lógico, pues a esa edad era el único ser femenino con el que convivía aparte de mi mamá. Un día sin embargo algo cambio, no sé si fueron esos mundos, fui yo o fue ella.

jueves, 18 de febrero de 2010

Bosque

Si tan sólo tuviera la fuerza para avanzar. Pero no. Demasido debíl para dejar todo atrás, demasido tonto, demasiado infantil. Y entonces volteo y estas ahí, sin complicaciones vienes a mi; me abrazas, me besas y como si todo fuera nada, nos fundimos en un interminable momento de amor. Despierto en un bosque, hace mucho frío y el otrora gran calor que sentía junto a mi ha desaparecido. No encuentro consuelo en ninguna parte y no es que lo ande buscando. La vida parece demasiado corta sin ti. ¿Cuantos años me quedan? Te pregunto mientras te alejas a un futuro en el que no estas y no quiero estar. Pero no eres sólo tu, son ellos, los demás, me piden demasiado y me dan tan poco. Tiempo, dinero, esfuerzo, y a veces recuerdo nuestras platicas donde un suspiro duraba una eternidad. Estoy parado en medio de este inmenso bosque donde la luz apenas se asoma, grito, grito tu nombre y entonces alguien grita el mio. No es nadie sólo el eco que me recuerda que no hay nadie aquí. Quisiera ser más fuerte y pelear por mi y después por ti. ¿Algún día veras lo que soy? ¿Y si me quedo en este paraje para siempre?¿si nunca logro salir? Si tan sólo te tuviera a ti, todo sería más sencillo. Que más da, se que saldré, todos lo veran, no significará nada pero lo lograré. Lo malo será que no estaras ahí porque te enterre debajo de la tierra, de ese bosque, de donde no he podido salir.

viernes, 5 de febrero de 2010

¿Competir o no?


Recuerdo que cuando estaba en la primaria mi maestra siempre me decía que las cosas no son fáciles, pero con esfuerzo y dedicación uno puede ser el mejor; me impulsaba a ser, primero, el mejor de clase; después el mejor de la escuela, y con un poco de esfuerzo el mejor de la delegación. Con mi maestra, el grupo al que pertenecía siempre estuvo en constante competencia, primero dentro de la escuela y después con otros colegios.
Siempre pensé y he tenido en mi cabeza que la competencia es una forma sana de avanzar, superarte y lograr mejores cosas. También creo que si las personas con las que compites son gente preparada e inteligente, el simple contacto con ellos y la preparación que necesitas para estar a su nivel hace que te esfuerces, mejores y crezcas.
No quiero que se malentienda, la historia de la humanidad ha sido una constante competencia de personas, grupos y naciones;  competencias por ser el más rápido, el más fuerte, en fin, el mejor, cuestiones que nos han llevado a cosas tan sublimes como ver correr a un hombre 100 metros en menos de 10 segundos hasta cosas tan espantosas como naciones declarándole la guerra a otras por una supuesta superioridad (racial, religiosa, tecnológica). A lo que voy es que la competencia es buena, es natural, gracias a esto los seres humanos hemos logrado cambios en nuestro planeta y en nuestras vidas; el problema viene cuando pensamos que el objetivo de la competencia, de aprender y ser mejor, es el ganar; ganar dinero, ganar poder, ganar se vuelve el todo.
Supongo lectores, compañeros, que nunca me ha asustado la competencia, la comparación; siempre he estado seguro de quien soy y cuanto valgo; el simple hecho de competir y aprender de las victorias y de las derrotas me ha servido para darme cuenta que como en otras tantas cosas lo importante no es ganar, es competir, aprender, vivir la experiencia y sacar de ello lo mejor para uno mismo.
¿Ustedes que piensan? ¿Ganar es todo?¿La competencia no es sana?¿No se necesita competir?¿Qué importa ser el mejor?
Quiero decir, si ganar fuera el único objetivo de esta vida, ya estaríamos bastante jodidos, pues si de ganar se trata, yo, mi gente y mi país, hemos perdido en muchas cosas; por eso digo que competir es ganar, y ganar, es pura vanidad.