viernes, 24 de abril de 2015

Mezcal

De repente sus bocas se encontraron. Dirán que no lo buscaron, que no lo intentaron. Pero todos sabemos en esta historia que ambos lo desearon en algún momento de sus vidas con toda la fuerza de su corazón. Es cierto, hace mucho que ese deseo se había desvanecido, quizás por la distancia, quizás por el tiempo o como sucede con el deseo, por la incapacidad de satisfacerlo. Como sea, esa noche sus bocas se encontraron.  Sonrientes, felices, llenos de vida. Comenzaron a bailar, se tomaron de las manos, de la cintura, se abrazaron. Y llegaron, por fin, a estar frente a frente sobre la cama y comenzaron a descubrirse sus secretos. Recorrieron sus pieles, tocaron sus cuerpos, saborearon su aroma y aprendieron a quererse.
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Daniel se sentía mal, el dolor de cabeza sólo podía anunciar una terrible resaca que lo acompañaría todo el día. Cuando abrió los ojos vio a  Nancy, quien lo había estado observando mientras dormía. En ese momento Daniel no supo que decir, comenzó a ponerse nervioso y sintió que le sudaban las manos.
–Tranquilo- lo tranquilizó Nancy mientras se recostaba sobre el pecho de Daniel,-lo peor ya pasó- dijo con un tono de sarcasmo.
-No, es que yo, bueno tú, es que- balbuceó Daniel quien no atinaba a encontrar las palabras. Tanto él como Nancy se encontraban desnudos, en el mismo cuarto, en la misma cama.

Nancy al ver la cara de desconcierto de Daniel lo besó –No te preocupes, de todas maneras te quedaste dormido-

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Uno no puede ir por la vida haciéndose el fuerte. A veces proyectamos una imagen de nosotros mismo que no concuerda con lo que en realidad sentimos o queremos. De pronto nos sorprendemos al ver que tal o cual persona nos trata de maneras que no imaginamos. Vamos por la vida ofreciendo cosas que no queremos y ansiamos cosas por dentro que jamás pedimos. Luego uno se sorprende de no ser correspondido. 

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