A fuerza de no parecer patético, soñador o romántico, la
realidad fue que no pensaba volverte a oír, ya no digamos jamás, sino en mucho,
mucho tiempo. No seis meses, ni un año, mucho tiempo.
Pero como siempre me he encargado de sabotear mis planes de
paz y tranquilidad, me demoré un poco, pero te llamé. Pensé, como pienso cuando
estoy sobrio, que sería una llamada de amigos, que no me molestaría ni
molestaría a nadie. Claro, eran las 4 de la mañana, pero no era el alcohol el
que me movía a marcar por teléfono, sino la canción que en ese momento
sonaba.
Después de eso las ganas de volverte a escuchar se volvieron
más fuertes, y fue así que, gracias a Skype tuvimos una conversación por demás
magnifica, conmigo bebiendo tequila, acostado en mi cama, contándote todo lo
que me había pasado en 5 meses, tu escuchando, riendo, como en aquellos
tiempos, donde platicando se nos iba el tiempo.
Las cosas iban magníficas, hasta que prometimos volver a
vernos. Es difícil, creo, a pesar de que todos los días me repito que las cosas
no son iguales, que nada va regresar, la esperanza no muere, o quizás sí, pero
ni eso se atreve uno a reconocer. Mencionaste a tu novio, y mi soledad sólo me
empujo a decirte “se feliz”.
Colgamos con la promesa de marcarnos otra vez. Sabes que lo
haré, pero no sé si contestarás. No me interesa, he marcado cada año. Quizás un
día me canse, te canses o te cases. Qué más da, la llamada fue buena, las
risas, los recuerdos, las sonrisas que nos provocamos y que no pudimos ver. Porque
eso sí, una cosa es escucharnos y otra vernos, y volver a verte, para eso falta
mucho tiempo.
No seis meses, ni un año, mucho tiempo.
:)
ResponderEliminar